CRECE DONDE OTROS SE CONFORMAN: LA LEY DEL ENTORNO QUE IMPULSA AL ABOGADO HACIA LA GRANDEZA
- juancarlospuelloa
- 9 oct
- 7 Min. de lectura
En la abogacía contemporánea, donde la presión, la competencia y la sobrecarga emocional son parte del paisaje cotidiano, resulta cada vez más urgente reflexionar sobre los factores que determinan el verdadero éxito profesional. Más allá del conocimiento técnico y la habilidad argumentativa, el abogado necesita comprender un principio universal del crecimiento humano: el entorno define la altura de nuestro desarrollo.
El reconocido autor y coach de liderazgo John C. Maxwell, en su obra Las 15 leyes indispensables del crecimiento, presenta la llamada “Ley del Entorno”, según la cual “el crecimiento se detiene cuando uno deja de desafiarse o permanece en un entorno que no lo impulsa.” Aplicar este principio a la vida del abogado es descubrir que el éxito jurídico y personal no depende solo de las leyes que uno estudia, sino del aire que respira a diario: las conversaciones, las relaciones, los valores y la atmósfera emocional que lo rodean.
El presente artículo reflexiona sobre esta ley desde la perspectiva del desarrollo personal del abogado, integrando las enseñanzas de Maxwell con la realidad de la práctica jurídica, y mostrando cómo el entorno puede ser el mayor aliado —o el peor enemigo— del crecimiento profesional.
La influencia invisible del entorno en la vida del abogado
John Maxwell afirma que “las personas no crecen en un entorno que no los desafía, pero tampoco en uno que los destruye. Crecen en un entorno que los impulsa.” Esta idea cobra una relevancia especial en el ejercicio del Derecho. El abogado vive inmerso en ambientes de alta tensión: estrados judiciales, oficinas saturadas, procesos complejos, clientes impacientes, jefes exigentes, colegas competitivos. En ese contexto, el entorno puede convertirse en un catalizador del crecimiento o en una carga que impide avanzar.
Un entorno profesional negativo —lleno de quejas, cinismo o rivalidades— puede apagar la pasión más noble. Un entorno estimulante —basado en la ética, el respeto y la colaboración— puede, en cambio, convertir cada reto en oportunidad de aprendizaje. Como recuerda Maxwell, “el crecimiento no ocurre por accidente; ocurre por diseño.” Y el abogado debe diseñar conscientemente el entorno que favorezca su mejor versión.
El entorno mental: el espacio donde se libra la verdadera batalla
El entorno no solo es físico, también es mental. Son las ideas que el abogado permite instalar en su mente. Si su diálogo interior repite frases como “el sistema no sirve”, “nadie cambia esto” o “la justicia es una ilusión”, su entorno mental se volverá estéril. Pero si se alimenta de pensamientos constructivos, de lecturas que elevan, de conversaciones que inspiran, entonces su crecimiento será inevitable.
Maxwell sostiene que “uno no puede mantenerse motivado en un entorno desmotivado.” De ahí la necesidad de proteger el espacio mental con tanto celo como se protege un expediente. La mente del abogado es su herramienta más poderosa, pero también la más vulnerable si se expone constantemente a la negatividad.
El entorno como termómetro del crecimiento
Maxwell invita a revisar una verdad incómoda: “Si eres el más inteligente de la habitación, estás en la habitación equivocada.” Esta frase desafía al abogado a no conformarse con entornos que lo aplauden, pero no lo desafían. El crecimiento requiere incomodidad.
En el campo jurídico, esto significa rodearse de colegas que lo superen, buscar mentores exigentes, explorar nuevas áreas del Derecho, asumir casos más complejos o involucrarse en proyectos que exijan su máximo potencial. Cuando el abogado deja de aprender, el entorno deja de servirle.
Un entorno de crecimiento, en cambio, se reconoce porque está lleno de estímulos: debates éticos, aprendizajes compartidos, retroalimentación constructiva y oportunidades para reinventarse. Es un entorno donde el error no se castiga, sino que se estudia; donde el éxito ajeno se celebra, no se envidia; y donde la excelencia no es un lujo, sino una cultura.
El liderazgo y el entorno del abogado
Maxwell afirma que “el liderazgo es influencia, nada más y nada menos.” Todo abogado, en su esencia, ejerce liderazgo: en su relación con clientes, colegas, funcionarios y estudiantes. Pero nadie puede influir positivamente si su entorno lo arrastra hacia el conformismo o la desesperanza.
El abogado líder crea su entorno. Construye equipos que lo acompañen en su visión, fomenta espacios de reflexión ética, impulsa la mejora continua y mantiene vivo el espíritu de servicio. Entiende que su despacho, su grupo de trabajo o incluso su círculo de amistades pueden ser laboratorios de liderazgo.
Maxwell lo resume magistralmente: “La gente no cambia a su entorno; es el entorno quien cambia a la gente, a menos que la persona sea lo bastante fuerte como para crear uno nuevo.” El abogado que asume su rol como creador de entornos se convierte en una fuente de energía positiva dentro de un sistema que muchas veces la consume.
¿Cómo construir un entorno de crecimiento en la abogacía?
Maxwell propone que todo entorno de crecimiento tiene ciertas condiciones esenciales. Adaptadas al contexto jurídico, podrían resumirse así:
Personas que lo desafíen a ser mejor.
El abogado necesita mentores que lo corrijan, colegas que lo inspiren y amigos que le recuerden su propósito.
Una cultura de aprendizaje continuo.
En un entorno de crecimiento se habla de ideas, no de personas. Se estudia, se debate, se comparte.
Un sentido claro de propósito.
Cuando el abogado sabe por qué hace lo que hace, su entorno se organiza naturalmente a su favor.
Tolerancia al error y enfoque en la mejora.
No hay progreso sin ensayo y error. El entorno debe ser seguro para equivocarse y aprender.
Energía positiva y reconocimiento.
Maxwell enseña que “las personas crecen mejor en lugares donde se sienten valoradas.” El reconocimiento sincero es alimento del alma profesional.
Estos principios pueden aplicarse incluso en entornos aparentemente rígidos, como despachos o juzgados. Crear un entorno de crecimiento no depende del lugar, sino de la actitud. El abogado puede ser un sembrador de energía positiva en medio de la adversidad.
El coraje de cambiar de entorno
Hay momentos en que el abogado debe reconocer que su entorno ya no lo impulsa. Que ha dejado de aprender, que se ha vuelto espectador de su propia rutina. En ese instante, la Ley del Entorno exige una decisión valiente: moverse.
Cambiar de entorno no siempre implica renunciar a un trabajo o mudarse de ciudad; a veces significa cambiar de círculo, de conversaciones, de hábitos. Significa cerrar la puerta a lo que drena y abrirla a lo que nutre. Maxwell afirma: “Las personas cambian cuando deben, no cuando pueden.” Esperar a que el entorno mejore por sí solo es postergar el crecimiento.
El abogado que se atreve a salir de su zona cómoda, que busca espacios nuevos de desarrollo, demuestra un liderazgo auténtico. Porque el crecimiento personal y profesional no es un accidente: es una elección consciente.
El entorno interior: la atmósfera emocional del éxito
John Maxwell enseña que existen dos entornos simultáneos: el exterior (personas, cultura, ambiente) y el interior (pensamientos, emociones, valores). Ambos deben estar en armonía.
Un abogado puede tener una oficina elegante, clientes importantes y estabilidad económica, pero si su entorno interior está lleno de ansiedad, orgullo o desmotivación, su éxito será vacío. Por eso, el verdadero crecimiento empieza dentro.
El entorno interior se cultiva con gratitud, fe, reflexión y humildad. Con la práctica diaria de mantener una mente limpia, enfocada y abierta al aprendizaje. Maxwell diría: “El cambio más poderoso comienza dentro de ti.” Ningún entorno exterior podrá impulsarnos si el interior está en caos.
El abogado como creador de cultura
Los grandes líderes no se adaptan al entorno: lo transforman. Cada abogado tiene la capacidad de modelar la cultura profesional a su alrededor. Puede elegir entre contribuir a la crítica o a la solución, entre propagar el pesimismo o la esperanza.
Cuando el abogado decide actuar con integridad, servir con pasión y trabajar con propósito, está redefiniendo la atmósfera moral del Derecho. Cada palabra, cada gesto, cada caso es una oportunidad de liderazgo.
Maxwell lo expresa con lucidez: “El crecimiento de una organización rara vez excede el crecimiento personal de su líder.” Así, la evolución del entorno jurídico depende del crecimiento de quienes lo habitan. El abogado que crece internamente expande los límites del sistema.
De víctima del entorno a arquitecto del entorno
El cambio profundo ocurre cuando el abogado deja de verse como víctima del entorno (“el sistema no me deja”, “la justicia no funciona”, “los demás tienen más suerte”) y se asume como arquitecto de su atmósfera profesional.
Puede empezar por acciones simples: mejorar el clima en su oficina, proponer espacios de estudio conjunto, reconocer los logros ajenos, escuchar antes de responder, compartir experiencias formativas, invitar a otros a reflexionar sobre el sentido del Derecho.
Cada acción positiva es una semilla que transforma el entorno. Cuando el abogado cambia su energía, el entorno responde. Lo que parecía inamovible empieza a moverse.
El poder del círculo cercano
Maxwell enfatiza: “Las personas cambian cuando cambian con quien pasan su tiempo.” Por eso, el círculo cercano del abogado es determinante. Las cinco personas con las que más interactúa definen su estándar de pensamiento y su nivel de ambición.
Rodearse de colegas con visión, de maestros que inspiran y de amigos que construyen no es lujo, es necesidad. En cambio, permanecer en círculos tóxicos, donde se cultiva la queja o la competencia malsana, destruye silenciosamente el potencial.
El abogado sabio elige conscientemente con quién comparte su tiempo y sus ideas. No se trata de elitismo, sino de proteger la energía vital que alimenta su propósito.
El entorno como reflejo del propósito
Cuando el abogado tiene claridad sobre su propósito —servir, defender, transformar, inspirar—, su entorno se alinea automáticamente. Empieza a atraer personas y oportunidades coherentes con su misión.
El propósito actúa como un imán: atrae lo que vibra en la misma frecuencia. Maxwell enseña que “el entorno correcto no solo te hace crecer, sino que te recuerda quién puedes llegar a ser.”
El abogado que actúa con propósito se convierte en luz dentro del sistema. Inspira sin discursos, lidera sin imponerse, y deja huella sin buscar aplausos. Su entorno, en consecuencia, se vuelve fértil y expansivo.
La Ley del Entorno de John Maxwell ofrece al abogado una brújula poderosa para navegar en un mundo jurídico cada vez más exigente. Enseña que el éxito no es un accidente de circunstancias externas, sino una consecuencia de decisiones internas.
El abogado que diseña su entorno —mental, emocional y profesional— con conciencia, logra un crecimiento sostenido. Su entorno deja de ser un obstáculo y se convierte en un aliado.
El éxito, entonces, ya no se mide solo por los casos ganados, sino por la atmósfera que construye a su alrededor: aquella donde los demás también crecen, donde la ética florece, donde la justicia recupera su sentido humano.
Como diría Maxwell, “El crecimiento no se trata solo de alcanzar metas, sino de convertirte en la persona capaz de alcanzarlas.”
El abogado que aplica esta ley no solo alcanza el éxito: lo redefine. Su vida se convierte en un testimonio vivo de que es posible ser brillante sin perder la humanidad, firme sin perder la empatía y exitoso sin dejar de crecer.
Y al final, cuando mire atrás, comprenderá que su mayor logro no fue ganar un juicio, sino haber creado un entorno donde otros también aprendieron a volar.







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