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¿PARA QUÉ SIRVE LA ORATORIA EN EL DERECHO?

Hablar en público es una habilidad imprescindible para desarrollarse en los campos laboral y social. En una profesión, como la abogacía, que tiene como presupuesto básico el conflicto, saber comunicar es el primer paso hacia el éxito.


Además de la motivación y la vocación de servicio público, para ser un buen abogado es necesario contar con habilidades personales y profesionales que permitan desempeñar la labor. Junto con la capacidad de análisis, un abogado debe ser capaz de argumentar adecuadamente cada situación, tanto a sus clientes como en los tribunales, y es aquí donde la oratoria juega un papel fundamental.


Como dice su definición, la oratoria es el arte de hablar en público con elocuencia y la finalidad es persuadir o conmover al auditorio. Pero, ¿para qué sirve la oratoria en Derecho?


Inmersos en la era de la comunicación, con una oferta competitiva cada vez más abundante y con una crisis que está probando la caída de los ingresos, la contratación de los abogados se decide a menudo ya no sólo por el profesionalismo de los mismos, sino también por otra serie de pequeños detalles como la empatía, la accesibilidad, y sobre todo, la capacidad de comunicación, esto es, la oratoria.


Hablar en público para los abogados es saber comunicar los mensajes con eficacia. No es hablar rápido, ni más que el resto si estamos en una conversación, ni más alto. No ser eficaces a la hora de hablar en público conlleva problemas de imagen, perdida de dinero, de tiempo y de oportunidad. Por ello formarse en oratoria es adquirir una serie de herramientas con la que se busca una mejor expresión, la amplitud del lenguaje, la profundidad del discurso, la rapidez en el contraataque, esto no solo sirve para ganar juicios, sino también para ganar clientes, ya que no olvidemos que un buen abogado no es sólo aquel capaz de solucionar todos los conflictos de forma satisfactoria para el cliente, sino aquel con el que el cliente se siente cómodo.


Si bien algunas personas cuentan con dotes comunicativas naturales, la oratoria es una herramienta que se puede trabajar y mejorar. Los abogados que deseen llevar su oratoria a un nuevo nivel deben tener en cuenta las siguientes claves:


Dominio del tema. El abogado debe conocer en profundidad el caso que va a tratar en todas sus vertientes, desde la personal hasta sus implicaciones jurídicas. Es ese conocimiento el que aumentará su confianza y le permitirá construir un discurso estructurado y claro y con vocación de persuadir para lograr los objetivos marcados.


Experto jurídico. Más allá del caso concreto, un abogado debe mantenerse al tanto de los cambios jurídicos que afecten a sus sectores para saber cómo reaccionar ante cada situación.


Estructura e improvisación controlada. La clave de un buen orador es construir el esquema de un discurso claro que será capaz de seguir al tiempo que improvisa las palabras concretas evitando leer directamente un documento. Para esto es necesario tener un claro dominio del tema que se aborda y ser un experto en la materia jurídica que le afecta.


Habilidades argumentativas. El orador debe ser capaz de construir argumentos sólidos para defender su posición y, a la vez, debilitar la postura del rival refutando sus ideas y argumentos.


Atención a la comunicación verbal y no verbal. Más allá de las palabras que configuran un mensaje, el orador sabe y domina los gestos y el tono de voz con los que debe desarrollar su discurso en función del público y el objetivo que persiga.


La sociedad actual ha propiciado una evolución de los diferentes agentes jurídicos, exigiéndoles, cada vez más, nuevas cualidades entre las que destaca, muy especialmente, la capacidad de la comunicación. Por ello, el dominio de la oratoria, para aquellos que trabajan con la palabra, no es sólo conveniente, sino en ocasiones fundamental.


La oratoria aporta también una serie de valores añadidos, como el de no hablar por hablar, ser coherente, cuidar los gestos, cuidar la vestimenta que puede marcar la diferencia y que, seguro, aporta fortaleza y seguridad al abogado.


Una seguridad que, además, puede ser beneficiosas en muchas otras ocasiones y no sólo en la sala del tribunal si no en sus relaciones diarias.

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