EL MEJOR AMIGO DEL FRACASO DE UN ABOGADO ES LA IMPROVISACIÓN
- juancarlospuelloa
- 24 jul
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En el ejercicio del derecho, la improvisación no es un rasgo admirable, sino una amenaza constante. Si bien puede parecer una habilidad útil en momentos de urgencia o crisis, la verdad es que, para el abogado litigante, improvisar es sinónimo de vulnerabilidad, falta de preparación y, en muchos casos, de fracaso inevitable. Este artículo se adentrará en las múltiples dimensiones de este fenómeno, evidenciando cómo la improvisación es uno de los factores más peligrosos en la práctica jurídica, y explorará por qué la preparación, la estrategia, el estudio y la disciplina constituyen el antídoto indispensable para la excelencia profesional.
La tentación de improvisar
En un mundo profesional saturado de tareas, audiencias, plazos, clientes exigentes y cambios legislativos constantes, la tentación de improvisar se convierte en un recurso de supervivencia. Muchos abogados caen en esta trampa: creen que su carisma, experiencia previa o “habilidad de palabra” les permitirá resolver sobre la marcha cualquier situación que se presente. Sin embargo, este enfoque conduce inevitablemente a errores, vacíos argumentativos, contradicciones, y, sobre todo, a la pérdida de confianza por parte del cliente, del juez y del propio profesional.
¿Qué es realmente improvisar?
Improvisar, en el contexto jurídico, no es simplemente “actuar sin guion”. Es mucho más grave: es intervenir sin conocer a fondo el caso, argumentar sin haber previsto las objeciones posibles, asumir sin analizar los riesgos, o responder en juicio sin un estudio detallado del expediente. Es la ausencia del trabajo serio y metódico que demanda el ejercicio del derecho. Es reemplazar la técnica por la intuición, el análisis por el impulso, la estrategia por la reacción.
Las consecuencias de la improvisación
Las consecuencias de improvisar como abogado son profundas:
Pérdida de credibilidad profesional: Un abogado que improvisa transmite inseguridad. El juez lo nota, el cliente lo percibe, los colegas lo comentan.
Desprotección del cliente: El principal perjudicado de una defensa improvisada es el cliente, quien confía en el profesional para salvaguardar sus derechos.
Errores procesales: No preparar un memorial, no estudiar una prueba o no anticipar una excepción puede llevar a errores fatales.
Frustración profesional: El abogado que improvisa se enfrenta a una realidad: los resultados no llegan, los casos se pierden y su carrera no progresa.
Desgaste emocional: Vivir el ejercicio profesional al borde de la angustia, sin control sobre los procesos ni sobre las audiencias, termina minando la motivación y salud mental del abogado.
El mito del abogado “espontáneo”
Algunos abogados se ufanan de poder hablar de cualquier tema sin preparación, de tener “verbo fácil” o de improvisar sin problema ante cualquier juez. Sin embargo, la espontaneidad sin estructura no es una virtud, es una bomba de tiempo. La retórica vacía puede impresionar momentáneamente, pero el derecho exige contenido, sustancia, fundamento. La oratoria jurídica no es un acto teatral; es un ejercicio racional que exige argumentación sólida y lógica rigurosa.
Casos reales: cuando la improvisación arruina una defensa
Caso 1: La audiencia sin leer el expediente
Un abogado llega a una audiencia preparatoria sin haber estudiado el expediente. Piensa que podrá “manejar la situación” porque es un asunto penal “sencillo”. Cuando el fiscal presenta una prueba sorpresiva, el abogado no sabe qué hacer. No objeta adecuadamente, pierde el momento procesal y deja al cliente a merced de una prueba incriminatoria.
Caso 2: El alegato sin estructura
En una audiencia de juicio, otro abogado comienza su intervención sin un esquema argumentativo claro. Habla durante media hora, repite ideas, se contradice, no logra articular un relato coherente de los hechos. El juez, visiblemente molesto, lo interrumpe. El cliente baja la cabeza. La sentencia es desfavorable.
Caso 3: El memorial plagiado
En su prisa por presentar un escrito, un abogado copia un memorial de internet sin verificar si se ajusta al caso concreto. El juez detecta incoherencias y se percata del plagio. El abogado queda desacreditado ante el despacho y el proceso se ve afectado.
Las raíces del problema: ¿por qué se improvisa?
Existen múltiples causas que explican la improvisación en la abogacía:
Falta de formación técnica sólida: Muchos abogados egresan sin las habilidades mínimas para preparar una audiencia o redactar un escrito de calidad.
Ausencia de hábitos de estudio: No se fomenta el estudio continuo ni la disciplina intelectual.
Gestión deficiente del tiempo: El abogado se satura de procesos y no dedica tiempo suficiente a cada uno.
Ego profesional: Algunos creen que ya no necesitan prepararse porque “ya lo han visto todo”.
Falta de planificación: No hay agenda, cronogramas ni protocolos internos de preparación.
El costo del error: el precio de la improvisación
En derecho, un error no es un simple accidente. Puede costarle la libertad a una persona, la patria potestad sobre un hijo, el patrimonio de una familia o la reputación de una empresa. Por eso, la improvisación no puede ser tolerada. Cada actuación debe ser rigurosamente planificada, cada palabra medida, cada prueba analizada.
Preparación: el antídoto infalible
Frente a este panorama, la preparación se convierte en el único camino. Prepararse significa estudiar cada expediente, anticipar objeciones, construir hipótesis, redactar con cuidado, ensayar intervenciones, consultar jurisprudencia, leer doctrina. Significa asumir cada caso con respeto, profesionalismo y humildad.
La preparación rigurosa tiene múltiples beneficios:
Seguridad personal al intervenir
Confianza del cliente
Respeto de los jueces
Mayor posibilidad de éxito
Reputación profesional sólida
Disciplina, el músculo invisible del buen abogado
La disciplina es el hábito de hacer lo correcto incluso cuando nadie está mirando. Un abogado disciplinado no deja nada al azar. Llega preparado a las audiencias, entrega sus escritos a tiempo, lleva control detallado de sus procesos y estudia con constancia. La disciplina no es negociable si se quiere tener una carrera jurídica exitosa.
Estrategia: la diferencia entre reaccionar y conducir
El abogado que improvisa reacciona. El abogado que planifica conduce. Tener una estrategia clara permite:
Definir objetivos concretos
Determinar los riesgos del caso
Elegir las pruebas más eficaces
Construir una narrativa coherente
Identificar las fortalezas y debilidades propias y ajenas
La estrategia es la brújula que guía el litigio. Sin ella, el proceso se convierte en una selva.
El valor de la humildad profesional
Aceptar que no se sabe todo, que siempre se puede aprender algo nuevo, que cada caso requiere estudio profundo, es un acto de humildad. Y la humildad es aliada de la preparación. Los mejores abogados no son los que más hablan, sino los que más estudian. No son los que improvisan mejor, sino los que más se preparan en silencio.
Formación continua: una necesidad permanente
La ley cambia, la jurisprudencia evoluciona, la tecnología transforma los procesos. Un abogado que no se actualiza queda obsoleto. Asistir a cursos, leer con frecuencia, participar en seminarios, intercambiar ideas con colegas, todo suma. La formación continua no es opcional; es una obligación moral y profesional.
El equipo como escudo contra la improvisación
Muchos abogados trabajan solos y asumen toda la carga. Sin embargo, contar con un equipo —asistente, investigador, colega de consulta— permite contrastar ideas, revisar errores, anticipar riesgos. Un buen equipo impide que el abogado improvise por agotamiento o descuido.
Tecnología como aliada de la preparación
Hoy existen herramientas que ayudan al abogado a prepararse mejor: bases de datos jurídicas, software de gestión de procesos, calendarios inteligentes, apps de productividad. Usar la tecnología de forma estratégica puede ser la diferencia entre un abogado que domina su agenda y uno que sobrevive a ella.
Cultura organizacional: erradicar la improvisación desde la raíz
Si en una firma jurídica se tolera la improvisación, esta se convertirá en norma. Por eso, es clave construir una cultura organizacional basada en la excelencia, donde cada miembro del equipo entienda que la improvisación no es una opción y que la preparación es parte del ADN profesional.
El mejor amigo del fracaso de un abogado es la improvisación. Esta frase no es una advertencia exagerada, sino un recordatorio urgente. Cada vez que un abogado decide intervenir sin estudiar, redactar sin revisar, hablar sin argumentar, está traicionando su profesión y poniendo en riesgo el bienestar de su cliente.
Por el contrario, cuando un abogado abraza la preparación, cultiva la disciplina, afina su estrategia y se forma continuamente, está honrando la nobleza del derecho y construyendo una carrera sólida, digna y admirable.
Improvisar puede parecer cómodo, rápido o incluso inevitable. Pero nunca será un camino hacia el éxito. El abogado que quiere destacar debe hacer de la preparación su bandera, de la estrategia su herramienta y de la excelencia su compromiso.
Porque al final del día, en la profesión jurídica, no hay mayor victoria que la que se gana con inteligencia, trabajo y rigor.
Nota:
Cordero, J. M. (2016). La estrategia en el proceso penal acusatorio. Editorial Temis.
Pérez Luño, A. E. (2005). Derechos Fundamentales, Estado de Derecho y Constitución. Editorial Tecnos.
Gómez, C. E. (2018). Manual de litigación oral penal. Editorial Ibáñez.
López, J. M. (2021). Ética del abogado litigante. Universidad Externado de Colombia.
Covey, S. R. (2004). Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva. Editorial Paidós.
Ríos, A. D. (2022). Cómo hablar en público sin improvisar: Técnicas de oratoria jurídica moderna. Editorial Jurídica Continental.
Maya Restrepo, F. (2019). Gestión del tiempo para abogados: Cómo organizarse para ganar. Ediciones Legales.
Chiavenato, I. (2011). Administración de recursos humanos. McGraw-Hill.
Harari, Y. N. (2014). Sapiens: De animales a dioses. Debate.
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