LOS DESAFÍOS CONTEMPORÁNEOS DEL ABOGADO LITIGANTE
- juancarlospuelloa
- 9 jun
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El rol del abogado litigante ha experimentado transformaciones profundas a lo largo de la historia. Desde las primeras civilizaciones, el defensor ante los tribunales ha servido como puente entre la norma y la realidad. Sin embargo, en el siglo XXI, asistimos a una ruptura de paradigma que exige adaptabilidad y reinvención continua. Tecnologías digitales, globalización jurídica, cambios sociales, y un entorno judicial cada vez más complejo plantean nuevos desafíos que obligan al litigante a repensar su práctica.
El presente artículo aborda los principales retos contemporáneos del abogado litigante, desde la complejidad normativa hasta el cuidado de la salud mental, la ética profesional, la relación con las nuevas generaciones y el manejo de la confianza del cliente. Y propone herramientas y estrategias para enfrentar cada uno de ellos con conciencia, resiliencia y compromiso ético.
La complejidad creciente del marco legal
Con frecuencia, el abogado litigante debe navegar por un entramado normativo que crece exponencialmente. Reformas constantes, disposiciones transitorias, criterios jurisprudenciales divergentes y normas de jerarquía variada requieren no solo conocimientos actualizados, sino también una capacidad analítica sofisticada. La proliferación normativa puede convertirse en un arma de doble filo: permite especialización, pero puede empobrecer la visión global del cuadro legal en un caso complejo.
El litigante debe adoptar una estrategia de formación continua, combinando fuentes tradicionales como códigos, doctrina y jurisprudencia, con herramientas modernas de seguimiento normativo. Al mismo tiempo, necesita desarrollar una habilidad crítica para evitar el hiperpositivismo, aquella adhesión acrítica a las normas sin considerar principios generales del derecho, equidad y contexto social. Solo así podrá diseñar una estrategia procesal integral, que combine conocimientos técnicos con intuición jurídica.
El impacto de la tecnología y la digitalización
La transformación digital ha permeado cada aspecto del procedimiento: expedientes electrónicos, firma digital, audiencias virtuales, notificaciones telemáticas. Estos avances aportan eficiencia y agilidad, pero también generan nuevos riesgos: incidentes de ciberseguridad, pérdida de información, despersonalización de la relación con el cliente y, en ocasiones, déficit en la oralidad típica del litigio presencial.
La adaptación generacional es otro desafío. La llamada “brecha digital” puede afectar especialmente a abogados con trayectorias robustas en el papel. Dominar herramientas como sistemas de gestión de casos, bases de datos jurisprudenciales, inteligencia artificial aplicada a predicción de resultados o redacción procesal exige capacitación continua y una cultura de aprendizaje constante. Pero aún más importante es preservar el contacto humano: reforzar la empatía, expresividad y presencia en ambientes digitales bien gestionados.
La sobrecarga del sistema judicial y su repercusión en el litigio
En muchos países, los juzgados sufren congestión debido al volumen de casos, escasez de recursos y demoras en sentencias. ¿Cómo enfrentarse a esto como litigante? La estrategia comienza con una evaluación temprana del riesgo procesal y la estimación realista de tiempo. Luego, hay que considerar alternativas como mediación, arbitraje o conciliación, que suelen brindar soluciones más expeditas.
Además, abordar la sobrecarga judicial desde un enfoque sistémico implica buscar soluciones colectivas: impulsar reformas, participar en comités de modernización judicial o promover iniciativas que promuevan la gestión eficiente de expedientes. Ello no solo es una estrategia individual, sino un aporte social y profesional al fortalecimiento del sistema de justicia.
La presión ética y moral del litigante
La práctica litigiosa suele confrontar al abogado con tensiones éticas intensas. El deseo de “ganar a toda costa” puede chocar con los principios de dignidad, veracidad y respeto al adversario. Además, hay situaciones en las que se ve tentado a recurrir a prácticas dilatorias, manipulación de evidencias o argumentaciones espurias.
El litigante contemporáneo debe consolidar una brújula ética sólida. Esto implica revisitar códigos de conducta, intervenir de forma proactiva cuando se observen irregularidades, y defender el debido proceso aunque esto implique sacrificar una ventaja estratégica. Mantener relaciones sanas con jueces, colegas y clientes requiere integridad: no confundir agresividad procesal con malicia, y conservar el equilibrio entre firmeza y respeto.
El desgaste emocional y el síndrome de burnout
El litigio suele implicar situaciones de alta tensión, carga de trabajo significativa, exposición al conflicto y responsabilidad ante vidas y negocios. Estas condiciones pueden desencadenar burnout, ansiedad o depresión. El litigante no es invulnerable: el desgaste emocional es tan real como las contingencias materiales.
Para evitar el agotamiento, se requiere autoconciencia: reconocer los síntomas de estrés extremo, estado de irritabilidad, insomnio o sensación de vacío. El descanso efectivo, el establecimiento de límites claros entre el trabajo y la vida personal, la práctica de ejercicio físico, técnicas de mindfulness y, cuando es necesario, terapia profesional, son componentes esenciales de una estrategia de autocuidado. En paralelo, la vida en comunidad con otros colegas permite compartir experiencias, aliviar la carga emocional y fomentar la fraternidad.
El desafío de construir confianza con el cliente
Uno de los pilares del éxito profesional es la relación con el cliente. Pero esta relación se ve tensionada por la asimetría de información, expectativas poco realistas y tiempos procesales. El cliente quiere “resultados inmediatos”, mientras que el proceso judicial es lento y azaroso.
La clave es la transparencia. Desde la primera reunión, se deben explicar los plazos reales, las posibles rutas, los riesgos y beneficios, y mantener actualizaciones periódicas precisas y accesibles. Comunicar no solo mediante correos técnicos, sino con lenguaje claro y empático, genera confianza. Además, es esencial gestionar las frustraciones: cuando un fallo se tarda o sale adverso, el litigante debe brindar acompañamiento emocional, sugerir pasos posteriores, y mostrar que su compromiso no se limita a la verdicta, sino se extiende a la sensación del cliente.
La formación continua y el desarrollo de habilidades blandas
En el litigio profesional, el conocimiento técnico ya no basta. Hoy, habilidades como la persuasión, la negociación, la comunicación efectiva, la escucha activa y la gestión emocional son tan relevantes como el conocimiento de leyes. El abogado debe formar también esas competencias, que pueden ser potenciadas mediante talleres, cursos y práctica deliberada.
El litigante es, en cierto modo, un líder. Debe articular equipos, inspirar confianza, influir en jueces y testigos, y persuadir al jurado o contraparte. La presencia en sala, la expresión clara y el lenguaje corporal congruente generan credibilidad. Promover estas competencias exige una cultura de formación transversal, que incluya psicología, comunicación, técnicas narrativas y oratoria.
El abogado litigante frente a los cambios sociales y culturales
El siglo XXI ha traído una mayor conciencia sobre justicia social, derechos humanos, perspectiva de género, derechos ambientales y pluralidad. El litigante debe estar atento a estas transformaciones culturales, e incorporar una sensibilidad que supere el legalismo frío. Conocer los movimientos sociales y su impacto en la interpretación jurídica es fundamental.
De igual modo, los clientes pertenecen a nuevas generaciones: millennials, centennials. Estos demandan transparencia, ética, responsabilidad social y eficiencia. Esta metamorfosis exige al litigante una actitud abierta y flexible: estar dispuesto a cuestionarse, integrar valores de diversidad e inclusión y adaptarse a una sociedad más crítica e informada.
Entre el desafío y la vocación
El litigio es, simultáneamente, arte y trinchera. Requiere técnica, estrategia, creatividad, pero también compromiso con valores fundamentales del Estado de derecho. El abogado litigante enfrenta hoy un escenario complejo: exceso de normativas, presión ética, digitalización, sobrecarga judicial, desgaste emocional y transformaciones culturales profundas.
Sin embargo, también tiene la oportunidad de fortalecer su vocación: convertirse en un pilar de justicia, no solo ante los tribunales, sino en la sociedad, defendiendo derechos, promoviendo reformas y encarnando la dignidad del ejercicio profesional. El desafío es grande, pero la recompensa es trascendente. El litigante que asume el reto con estudio, resiliencia y humanidad contribuirá a un sistema judicial más fuerte, justo y accesible.
Nota bibliográfica
Este artículo se basa en un enfoque interdisciplinario, que combina análisis jurídico, sociológico y psicológico del ejercicio profesional del abogado litigante en el contexto contemporáneo. Para su elaboración se consultaron, entre otras, las siguientes fuentes:
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